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viernes, 9 de diciembre de 2016

La libertad no se alcanza en el mall

Image result for funeral fidel castro plaza de la revolucionCarolina Escobar Sarti
Ha muerto Fidel, y el tema de la libertad vuelve a la superficie del mundo. Frente a esto, y viviendo en Guatemala, hay preguntas que surgen, entre muchas más que quedan pendientes. ¿Cuán libre es una persona que no sabe ni siquiera escribir su nombre o leer el de otra? ¿Cuán esclavo es quien no puede salir de su país? ¿Cuán libre es quien no puede elegir a sus gobernantes o quien vota pero realmente no elige? ¿Cuán esclavo es quien camina con miedo por las calles de su ciudad o los caminos de su aldea? ¿Cuán libre es quien no tiene dinero para comprar la medicina que necesita, aunque tenga diez marcas entre las cuales elegir? ¿Cuán libre es quien nunca ha podido plantear, cuestionar o debatir una idea? ¿Cuán libre es quien vive en una ciudad donde hay cuatro centros comerciales en un radio de cinco kilómetros, pero no tiene cómo comprarse un pan o ir a un hospital donde le traten con dignidad?
A la palabra libertad la han convertido en una meretriz prisionera. Elegir una marca de jabón por encima de otra no nos hace libres; la libertad es otra cosa. Es, esencialmente, vivir sin miedo. Por eso, cuando se habla tan apasionada y estrechamente de las dictaduras, desde cualesquiera de las catedrales del pensamiento binario, queda una sensación de incomodidad. A mí no me gusta ninguna dictadura, ni las del capital, ni las mediáticas, ni las de facto. Tampoco soy adepta de ninguna orden religiosa, política o de otra índole, que me lleve al endiosamiento o satanización, a partir de dogmas que no pueden cuestionarse. Así que Fidel no es para mí ni Dios ni diablo. Reconocimiento no es idolatría. No es para mí el asesino que se ha vendido en los grandes medios de comunicación desde hace 50 años o el impoluto hombre que jamás cometió errores. Es un indiscutible estadista y líder de la historia política del mundo contemporáneo, a quien el poder también doblegó e hizo dictador. No soy tibia por no complacer a los reaccionarios de derecha e izquierda, y sé que sería más fácil meterme en gavetas donde las recetas ideológicas están ordenadas y listadas. Me considero, en primer lugar, una humanista y una mujer que piensa por sí misma, siempre escuchando las voces del mundo. Y desde allí leo lo que pasa.
Me llamó la atención que muchas estatuas de dictadores han sido derribadas por los pueblos sometidos, al momento que estos mueren o caen. A Fidel lo despidieron millones de personas al grito de ¡Yo soy Fidel! Esto tiene algo que decirnos, al mismo tiempo que afirma los resultados de las reconocidas políticas sociales implementadas en la isla y su solidaridad con otros países del mundo. En ese sentido, Cuba ha sido un país de vanguardia y ha ido moviéndose al ritmo de la gran historia desde que enfrentó, entre 1960 y 1962, a un Estados Unidos que le impuso el bloqueo comercial, económico y financiero. En todos estos años, Fidel fue convertido en una leyenda, para bien y para mal.
Es cierto, muchos cubanos se han ido a Estados Unidos buscando la “libertad”. Pero es insuficiente argumento para describir una dictadura. De Guatemala también se han ido casi dos millones de guatemaltecos buscando el sueño americano. Aunque no haya sido por razones estrictamente políticas, de acá se siguen yendo por todas las otras razones, como ahora huyen tantos de muchos países “democráticos”. Teóricamente, Guatemala es una democracia, pero estamos en los primeros lugares mundiales de violencia, desigualdad, impunidad, inseguridad, corrupción, desnutrición, falta de educación y salud. Podemos salir cuando querramos y tenemos “malls” hasta para tirar, pero a la mayoría no le sirve. Por otra parte, es innegable el control que el gobierno cubano tuvo y tiene sobre su ciudadanía, pero recuerdo que Snowden y Assange le mostraron al mundo cómo lo hace Estados Unidos. Y acá tampoco salimos inmunes de esa práctica de Estados totalitarios y policiales. En fin, la libertad sigue siendo para muchos el horizonte, así que nos corresponde entender qué significa, y sobre todo, entender que la libertad de pocos a costa de la esclavitud de muchos no es libertad.

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