Guillermo Almeyra
La situación es
muy fluida, aunque el gobierno ha retomado la iniciativa que había
perdido desde el fallido intento de clausura del Parlamento (Asamblea
Nacional, AN). Los datos, cuando escribo este jueves mi artículo para el
domingo, son los siguientes:
1. La votación fue muy masiva y los sectores populares más pobres
desafiaron todos los peligros (barricadas, atentados, asesinatos) y las
dificultades (desorganización, poco transporte, distancias) para ir a
votar. El gobierno anuncia que votaron 8 millones de personas. En un
hecho sin precedentes, la empresa británica que vendió un sistema
antifraude dice ahora, sin embargo, que hubo una manipulación oficial de
esa cifra y, sin prueba alguna, sostiene que probablemente votaron sólo
7 millones de personas. El gobierno niega y llevó el problema a la
justicia.
Pero, tanto 8 millones como 7 millones son siempre más que los 5
millones sin comprobación alguna y sumamente inflados que –dice la MUD–
votaron en la elección ilegal organizada por ésta el 16 de julio último.
También, es cierto, son bastante menos que los que figuran en el padrón
electoral (19 millones). Pero queda el hecho de que el gobierno de
Nicolás Maduro, sin ser mayoritario, cuenta que un núcleo duro de unos 5
millones de votantes a los que agrega algunos millones de simpatizantes
y tiene mayor apoyo que la oposición, la cual también mueve multitudes,
pero cuyo principal apoyo son los países imperialistas y sus seguidores
de la OEA.
2. La Unión Europea, la OEA y Estados Unidos desconocen las
elecciones constituyentes, que reconocen en cambio Ecuador, Cuba y
Bolivia, además de China. El secretario de Estado yanqui declaró por su
parte el 1º de agosto:
estamos evaluando también nuestras opciones políticas para ver qué podemos hacer para crear un cambio de condiciones (en Venezuela), donde o bien Maduro decida que no tiene futuro y quiera marcharse por voluntad propia o nosotros podamos hacer que el gobierno (venezolano) vuelva a su Constitución. Es decir, reafirma la injerencia imperialista en Venezuela y reitera que Estados Unidos busca derribar a Maduro y, al mismo tiempo, intenta cubrirse con un ficticio manto legal al reconocer la Constitución de Hugo Chávez. De este modo la MUD, con la dirección estadunidense, declara abiertamente que lo que le queda es un golpe apenas disfrazado.
3. Pero la MUD está dividida. Dentro de 10 días vence el plazo para
inscribirse para participar en las próximas elecciones regionales del 10
de diciembre. Acción Democrática, uno de los partidos integrantes de la
MUD, acaba de anunciar que inscribirá su lista propia mientras la
extrema derecha fascista, como siempre, es partidaria del boicot, ya que
lo que busca es un golpe de Estado.
La oposición se dividirá y debilitará aún más ante esas futuras
elecciones y la decisión del gobierno de mandar a cárceles militares a
los dirigentes de la extrema derecha culpables de crímenes aumentará
todavía más esa impotencia. La clave, desde el punto de vista de la
oposición, de lo que ésta haga o deje de hacer en Venezuela está en
manos de Trump.
4. La MUD anuló su manifestación del jueves y la postergó
hasta el viernes, cuando el gobierno cierre la AN y la desaloje para
instaurar allí la Asamblea Constituyente. La clausura de la AN dejará
sin centro ni tribuna a la oposición y sin inmunidad parlamentaria a sus
jefes. Incidentalmente, anulará también la de tres parlamentarios
chavistas que, rompiendo con el PSUV formaron un bloque socialista
opositor en la AN. Es posible que la AC esté presidida por Cilia
Flores, esposa de Maduro, o por Diosdado Cabello, militar, jefe de la boliburguesía.
5. Los miembros de la Constituyente no surgieron de la iniciativa
popular sino que fueron propuestos y elegidos por los aparatos
sindicales y del partido, burocráticamente, y de modo de dar cargos a
los burócratas maduristas. Salvo excepcionalmente, entre los
constituyentes no hay ninguno de la izquierda chavista o revolucionaria.
Para Estados Unidos y los grupos fascistas el afianzamiento del
gobierno de Maduro y la tendencia a la disgregación de la MUD ante la
falta de opciones, Maduro será un nuevo Bachir el Assad.
A pesar de las menores posibilidades internas del golpe –ante el
apoyo a Maduro de las fuerzas armadas– aumenta la posibilidad de una
intervención militar extranjera cubierta quizás por Colombia o la OEA o
disfrazada de sublevación fronteriza. Eso podría fortalecer a Maduro en
el seno de las fuerzas armadas, pues a la defensa de los privilegios se
añadiría el repudio a una invasión pro imperialista.
Estamos ante un golpe burocrático asestado por la burocracia
bolivariana a sus adversarios de derecha y de extrema derecha, pero
también al verdadero poder comunal y a la izquierda chavista. Asistimos
también a la preparación abierta y en condiciones de creciente debilidad
de la MUD de un golpe de Estado pro imperialista que podría radicalizar
mucho a los millones de venezolanos que participaron en las elecciones
constituyentes y que esperan de las mismas paz y orden en el actual caos
económico. Conscientes de la nueva relación de fuerzas, empiezan ya a
exiliarse en las embajadas algunos dirigentes de la MUD.
Hay socialdemócratas que en la prensa internacional hablan de
estalinismo al referirse al bonapartismo de Maduro, sin tener en cuenta
ni las condiciones absolutamente diferentes ni la realidad
latinoamericana. Maduro, sin embargo, se parece mucho más al general
peruano Juan Velazco Alvarado, presidente de facto de Perú
entre 1968 y 1975, quien adoptó reformas sociales importantes pero
apoyándose en las fuerzas armadas, en una verdadera revolución pasiva.
Como éste, debe ser defendido de la derecha y del imperialismo, pero
también criticado porque frena y combate la autorganización y la
participación decisiva de los trabajadores y el poder de éstos.
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