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sábado, 9 de diciembre de 2017

La cosa esta que arde


Perú


La intervención física en los Cuarteles de Keiko Fujimori en Lima, caldeó el escenario nacional y puso en jaque a la Mafia justo en el momento que retomaba la ofensiva, dispuesta a hacerse de todos los resortes del Poder. En otro escenario, el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica dispuso la ciudad de Jerusalén fuese la capital de Israel. No le importó la historia, las creencias de la gente, las religiones, ni el contexto Se guió, apenas, por su conocida vocación belicista que lo lleva a generar conflictos en uno u otro rincón del planeta.
La cosa está tan revuelta aquí, que mañana podríamos enterarnos que el Donald de hoy resolvió también que la Presidenta del Perú sea Keiko Fujimori. Por lo pronto, ya cubrió de elogios al chinito de la yuca y aseguró de él, que había sido un “magnífico mandatario”. De pronto podría, el precario habitante de la Casa Blanca, llegar a la conclusión que “sería mejor” tensar las cuerdas en América Latina y alborotar el cotarro en esta parte del mundo, con un cambio inesperado. Después de todo, hoy está Temer en Brasil y Macri en Argentina; en tanto que Washington busca consumar un nuevo Golpe de Estado en Honduras.
Que Trump pueda pensar en la posibilidad de deshacerse de Pedro Pablo Kuczynski, pareciera francamente remoto y hasta iluso. Después de todo, PPK es “hombre de ellos” casi desde su nacimiento, hasta nuestros días, Iría entonces contra toda lógica acabar con esa relación idílica para tentar una aventura cualquiera. Pero el nuevo Halcón es imprevisible. Con él, cualquier cosa puede ocurrir.
La verdad es que en las últimas semanas el escenario político peruano se ha deteriorado de tal manera que las instituciones formales, penden de un hilo. Desde el Congreso de la República la Mafia Fujimorista pretendió colocar al Presidente contra las cuerdas exigiéndole “comparecer” ante una Comisión Investigadora Parlamentaria. En verdad, la idea no era propiamente “investigarlo”, sino más bien doblegarlo, “maletearlo”, humillarlo. Demostrarle que, en este país, ellos son el Poder, y que él, con su investidura a cuestas, “está en sus manos”.
Fracasado el intento de citarlo contraviniendo disposiciones constitucionales, los inquisidores del Legislativo, optaron por convocar a su esposa, la señora Nancy Lange, como un modo de arrinconarlo aún más. “si no vienes tú, traemos a tu mujer, ya verás”, pareció ser el mensaje crudo y directo que llegó a la sede gubernamental capitalina en los últimos días
Es en este esquema, que se analiza abiertamente el pedido de Vacancia del Jefe del Estado, solicitado formalmente por una congresista sedienta de figuración. Ella misma fue la que incendió la pradera con la citación a la “Primera Dama”, que fuera acogida al instante por la Comisión Lava Jato que encabeza la fujimorista Rosa Bartra. Este es, casi, el epilogo de una historia que lleva más de un año. Y es que, como lo dijimos desde un inicio, el Presidente peruano de origen foráneo, está en la línea de mira. Lo quieren echar del gobierno las fuerzas más conservadoras y corruptas de la vida nacional, empeñadas –como están- en apoderarse, uno a uno, de todos los resortes del poder para hacer su agosto en enero, es decir, pronto.
En verdad, eso estaba alcance del entendimiento de cualquier persona con dos dedos de frente. La Mafia no le perdonaría nunca a Pedro Pablo Kuczynski el haber vencido a Keiko en los comicios del 2016, como no le perdonó a Ollanta Humala haberlo hecho el 2011, Esas afrentas, se pagan, y a muy alto precio.
Que eso habría de ocurrir, se sabía desde julio del año pasado, cuando el mandatario peruano comenzó su gestión gubernativa. Y por eso se le aconsejó siempre una defensa estratégica que se desenvolviera a la ofensiva. Ella no ocurrió. El Presidente optó por una voluntad conciliadora y buscó “acuerdos bajo la mesa” con la idea de “asegurar la gobernabilidad”. Una a una sus propuestas fueron rechazadas al tiempo que la “Prensa Grande” insistía en una sola letanía.
Para “asegurar la gobernabilidad” -decía- hay que hacer un “pacto” entre PPK y el Fujimorato, una suerte de “convivencia” que facilite la libertad del “chinito de la yuca”, cuyos crímenes y latrocinios gozan, aún hoy, de virtual impunidad. Como tal “acercamiento” no pudo concretarse por la decidida resistencia ciudadana; entonces vino la descarga de fusilería que aparece hoy.
¿Podría la Mafia Fujimorista “vacar” al Jefe del Estado? Es claro que podría hacerlo. Votos tiene, suficientes, en el Congreso de la República para adoptar la decisión, promover el desgobierno y convocar a nuevos comicios en los que el Keikismo correría en cancha virtualmente en solitario. Por lo pronto, se ha rasgado las vestiduras victimándose con el tema de “sus locales”, pero allí se han intervenido documentos incriminatorios que les complicaran la vida. Lo veremos.
En política, la definición de asuntos, tiene otros aditamentos. La movilización popular tendrá un notable papel, sin duda. Y ella –que se expresa ya sensatamente contra la corrupción en todos sus matices- no dejará de tener en su línea de mira a los principales implicados en la misma: Alan y Keiko; comprometidos ambos en desaguisados de la más alta envergadura.
La presión de los medios deberá ser, también tomada en cuenta. Después de todo, ellos son un Poder, Y han de jugar sus propias cartas para consolidar su dominio y salvar lo que quede después del Tsunami brasileño: O’Debrecht, OAS, Lava Jato y otras. Apostarán a lo más rentable, sin lealtad a valores, principios, o leyes. Como en todos los casos, el pragmatismo será su divisa.
Y la embajada yanqui jugara su papel. En todas partes, es la encargada de organizar -en nuestro tiempo- los Golpes de Estado. Así ocurrió en Tegucigalpa para derribar a Manuel Zelaya en acción que ahora se repite; en Asunción –contra Lugo- y en Brasilia para acabar con la administración de Dilma. ¿Será el Perú una excepción?.
Quizá si una señal con el dedo defina en lo inmediato el tránsito de la crisis peruana. Si apunta hacia arriba, PPK podría conservar la esperanza. Si hacia abajo, marcaria un nuevo, y funesto, rumbo.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera

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